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La víspera de la demencia

Monday, February 4th, 2013

<< Al anochecer sus cuerpos han colapsado y yacen inconscientes, cubiertos por una colcha de tierra. Un fino temblor recorre los dedos del Pequeño, en cuyos pensamientos algo se ha roto definitivamente por el hambre y la sed. Sus pupilas giran en un  carrusel ciego, dibujando un palacio sin orden que celebra la víspera de la demencia. >>

                                Iván Repila : El niño que robó el caballo de Atila

<< El párroco dijo:

-Que Dios te lo pague, sacristana.

El alcalde, que lo era a dedo, se encogió de hombros.

El maestro, cuando lo supo, fue a ver al niño y le sonrió.

A mí me lo vino a contar el pregonero.

-Hay que decírselo al cabo de los civiles -dije.

Y se lo dijeron al cabo y el cabo preguntó:

-¿Quién convida a un café?  >>

Juan  Farias :  A la sombra del maestro

 

Parece que vivimos tiempos de vísperas. Metidos como estamos en lodazales de espanto en los que la sociedad se nos zarandea. Aun así, estamos como aturdidos en  una cantina  de pueblo, sumergidos en la partida del domingo y la algarabía del “mira ese trueno”  y obviando el diluvio que nos cae o el infierno que amenaza abrasarnos como nos alcance el rayo. Con todo, aparentamos  que esos aguaceros quieren escurrirse rápidamente hacia los arroyos sin pena ni gloria y produciendo en nosotros, al huir, la mera preocupación por quién pagará la ronda o quién fue el último seis doble.

Hace unos meses ya fueron vísperas de apocalipsis mayas y eras de acuario, hermanadas al tiempo que maridadas. Hace aún más meses, volvíamos de regreso de las primaveras imposibles y  de las indignancias de soles nocturnos. Hace todavía aún más meses ya nos engañábamos al mirarnos al espejo, fingiendo no ver que nuestros rostros acaparadores de rayitas y sequedades se iban a ver también envueltos en caídas, ajustes, recortes y apretones.

Confieso que en estos meses de antevísperas me dio por subvertir la inercia  imperante de desasosiego, depresión y pesimismo y me dejé atrapar por un renacer de ilusión y locura con su Nietzscheana dosis de amor que la acompaña. Me dejé caer, en suma, en el amor contracorriente de la lucha por la vida con su Nietzscheana dosis de locura.

Pueden llamarlo trastorno bipolar, síndrome maniaco-depresivo  o juego del escondite anímico. Pero me hacía falta correr y saltar y bailar y eso hice hasta desfallecer.

Y ahora ya desfallecido ¿qué queda?: entrar, por fin, en las vísperas. En la víspera final, la víspera de la demencia.

Por fin parece que la cosa empieza a estar clara en su diagnóstico. No es una crisis económica, ni financiera, ni política, ni ética es sólo LA CRISIS .Y como toda crisis es una víspera, víspera de muerte o víspera de curación. Es LA VÍSPERA,  y como en ello nos va la razón, esa razón que tantos siglos nos costó construir(nos) ,es, muy probablemente, la víspera de su pérdida por siempre o la víspera del abismo  de “por nunca” .

Algunas guías de viaje aún podemos consultar: el anaquel, el de siempre, el del buen pensar y mejor sentir, yo aquí cité dos de ellas.

¡Salve!